jueves, 15 de septiembre de 2011

PARA EMPEZAR DE NUEVO



EN CAMBIO EL CIEN EXISTE

El niño tiene cien lenguas
cien manos
cien pensamientos
cien maneras de pensar
de jugar y de hablar
cien, siempre cien
maneras de escuchar
de sorprenderse, de amar
cien alegrías
para cantar y entender
cien mundos que descubrir
cien mundos
que inventar
cien mundos
que soñar.
El niño tiene
cien lenguas
y además cien, cien, cien
pero le roban noventa y nueve.
La escuela y la cultura
le separan la cabeza del cuerpo.
Le dicen:
de pensar sin manos
de actuar sin cabeza
de escuchar y no hablar
de entender sin alegría
de amar y sorprenderse
solo en Pascua y en Navidad.
Le dicen:
que descubra el mundo que ya existe
y de cien le roban noventa y nueve.
Le dicen:
que el juego y el trabajo
la realidad y la fantasía
la ciencia y la imaginación
el cielo y la tierra
la razón y el sueño
son cosas que no van juntas.
Y le dicen: que el cien no existe.
El niño dice:
en cambio el cien existe.

Loris Malaguzzi

Empezar de nuevo en las escuelas no siempre es fácil.
Para que no se nos olvide lo esencial de nuestro trabajo quiero compartir este poema de Loris Malguzzi, creador de las escuelas de Reggio Emilia.
Espero que os guste y también desear que a lo largo de este curso que empieza no se nos olvide que el cien existe.

1 comentario:

Susana dijo...

Gracias por el poema.
Yo me animo a compartir otro que seguro os suena, pero a mí me encanta. De Rodary.
Un día, en el Expreso Soria Monteverde,
vi subir a un hombre con una oreja verde.
Ya joven no era, sino maduro parecía,
salvo, la oreja que verde seguía.
Me cambié de sitio para estar a su lado
y observar el fenómeno bien mirado.
Le dije: Señor, Usted, tiene ya cierta edad,
dígame, esa oreja verde, ¿le es de alguna utilidad?
Me contestó amablemente: yo ya soy persona vieja,
pues de joven sólo tengo esta oreja.
Es una oreja de niño, que me sirve para oír
cosas que los adultos nunca se paran a sentir:
Oigo lo que los árboles dicen, los pájaros que cantan,
las piedras, los ríos y las nubes que pasan,
oigo también a los niños, cuando cuentan cosas
que a una oreja madura, parecerían misteriosas.
Así habló el Señor de la oreja verde
aquel día, en el Expreso Soria Monteverde.